sábado, 12 de octubre de 2013

Tortura china con sabor agridulce

Pero ¡quién me mandaría a mí a estudiar chino! Eso es lo que pienso cada vez que me veo agobiada cuando no dispongo de tiempo y se me acumulan los deberes y tareas de chino. 

Sí, estudio chino. Chino mandarín, para ser exactos. Hace seis años comencé esta loca andadura. Hace seis años, pensé que era hora de aprender otro idioma. El inglés ya lo tenía, aunque más me vale refrescarlo, que de no practicarlo se pierde rápido la fluidez. Pues nada, dado que el inglés me parecía poco idioma para acompañar al mío natal, opté por meterme de lleno en el aprendizaje de otro nuevo. Primeras opciones: alemán o francés. Pues ¡ala!, ni uno ni otro. ¡Chino! ¡No se me ocurre otra cosa que elegir chino!

Que es un idioma que te puede abrir puertas de cara al futuro profesional, que los chinos están en todos lados, que la economía de china está en auge y cada vez se negocia más con China,... Que si, que si, que todo lo que ustedes quieran, pero de los cincuenta y pico alumnos que habíamos en primero, quedamos ocho en sexto curso. Por algo será. Y eso que "con esto de la crisis" han quitado el último nivel, que si no serían ocho años en lugar de seis. Y querían quitarnos el idioma por la poca demanda. ¡Lo que deberían hacer es darnos un premio por haber aguantado!

No crean que no estoy contenga, que sí que lo estoy. Aunque con mis palabras sé que parece lo contrario. Lo que ocurre es que es un idioma ¡tan diferente al resto!, que supone un "curro" tremendo llegar a tener los medios, el material, y la habilidad que se llegan a tener en otros idiomas más demandados. Y si a eso le unimos el perfil trabajador que tenemos los poco alumnos que quedamos, más todas las responsabilidades que tiene cada uno, la dificultad de estudiar chino, se complica aún más. Cierto es que nadie nos obligó a ello, pero no es lo mismo que cuando una era estudiante de instituto o universidad. 

Pero bueno, no hagan mucho caso de mi estrés, que básicamente mis palabras se deben a eso, a puro estrés. Porque a pesar de todo lo complicado o duro que sea, realmente, resulta apasionante. No sólo estamos aprendiendo un nuevo idioma sino también una nueva cultura. Las dos profesoras nativas que hemos tenido a lo largo de estos seis años, no sólo nos han enseñado a hablar, escribir y leer en chino sino que, además, nos han adentrado en su cultura. Creo que hemos aprendido idioma y cultura a la par. Probablemente porque un idioma forma parte de la cultura de su país de origen, pero en este caso, este aprendizaje ha supuesto una auténtica aventura. Un viaje interno a otro mundo, a otro punto de vista, a otra forma de pensar.  No sé si es por lo diferente de su mentalidad con respecto a la nuestra o si será por escribir con caracteres en lugar de hacerlo con el alfabeto occidental, la cuestión es que estudiar chino resulta ser un aprendizaje cuya dificultad se multiplica por tres con respecto a cualquier otro idioma. A cada carácter hay que asociarle un sonido y un significado. Y no sólo basta con reconocerlo, sino que también hemos de aprender los trazos de los que se compone para también saber escribirlo. Y si tenemos en cuenta que muchos existen muchos caracteres que se pronuncian igual, no sé si me habré quedado corta en eso de "multiplicarlo por tres". Pero también es cierto que cuando te das cuenta de que eres capaz de leer y entender un cartel que te encuentres por la calle escrito en chino, por poner un ejemplo, o que eres capaz de hacerte entender, y entender, a cualquiera de los "tropecientos" chinos que viven en esta isla, sientes tal alegría en tu interior, que pareciera que hubieses ganado la lotería. Creo que el único motivo por el que entro en las tiendas chinas, es para ver la cara de emoción de los chinos cuando les digo algo en su idioma. Si se quedan asombrados mirándome y me sonrían ilusionados, cuando les pregunto cuánto cuesta una libreta, o cuando les saludo al entrar, es síntoma de que me han entendido. Así que ya se pueden imaginar mi "privaera" al ver su reacción. Ya ese día me siento super orgullosa de mi mísma y me voy contenta a casa (si es que yo voy con poco, jajaja). Ahora, que luego yo entienda, a la primera, su respuesta a mi pregunta, resulta más complicado, jajajajaja. 

En definitiva, con sus más y sus menos, todo este alboroto mío de hoy con el chino, no se debe más que a mi "marcado" (por no decir una palabrota) carácter responsable de hacer "muy bien" todos los proyectos en los que me embarco, aunque sean por hobby o placer, como es este de estudiar chino. Así que aunque parezca una auténtica "tortura china", tal y como lo he contado hoy aquí, puedo asegurar que se trata de una "tortura china con sabor agridulce". Cuando acabe, si no termino desquiciada ;-), ya os contaré si es más "agria" o más "dulce", aunque créanme que todo apunta más a lo segundo. 


明天见!O lo que es lo mismo, ¡hasta mañana!


3 comentarios:

  1. Ya lo dice el gran filósofo Paco León "Chimi chau chau chau chau chimi chau chou chiii y se te quita"

    ResponderEliminar